Hotel de los Inmigrantes

Pero debido al ritmo cada vez más acelerado de la corriente inmigratoria, el edificio quedó cada vez más pequeño para albergar la cantidad de personas que arribaban diariamente al país. Entonces se planteó la necesidad de construir un nuevo y cuarto edificio, el definitivo Hotel de los Inmigrantes, cuya obra comenzó en 1906 y se inauguró en 1911. En julio de ese mismo año el “Rotondo” fue desactivado definitivamente y demolido para construir luego la actual Estación Retiro del Ferrocarril General Mitre.


El nuevo Hotel de los Inmigrantes, sito en la Avenida Antártida Argentina 1355, se inauguró durante la presidencia de Roque S. Peña. El Hotel era una construcción con un sistema de losas de hormigón armado sobre columnas de ritmo uniforme. Considerado en su momento como un edificio de vanguardia, de estilo italianizante. Este estilo tuvo su auge entre 1830 y 1880 y representó la transición entre el estilo colonial y el academicismo francés, que dominaría la arquitectura en el país hasta la década de 1930.


Tenía cuatro pisos, en la planta baja se encontraba el comedor y en los pisos superiores estaban los dormitorios. Había cuatro por piso, con una capacidad para doscientas cincuenta personas cada uno, lo que significa que en el hotel podían dormir hasta tres mil personas.


El edificio, emplazado a orillas del río y con extensos jardines, estaba conformado por diversos pabellones destinados al desembarco, colocación, administración, atención médica, servicios, alojamiento y traslado de los inmigrantes. El antiguo Desembarcadero, que era la primera puerta de entrada al país para quienes llegaban de ultramar, era parte del predio y se ubicaba en el sitio ocupado actualmente por la Escuela de Guerra Naval. Una vez que llegaban los barcos, una comisión los abordaba y chequeaba documentación y estado de salud de los pasajeros para permitirle el ingreso a nuestro país. De esta forma, los inmigrantes, una vez desembarcados, se iban caminando hasta el hotel, donde eran alojados.


Dentro del complejo funcionaba un Depósito de Equipajes, el Hospital, la Oficina de Correos y Telégrafos, una sucursal del Banco Nación y, fundamentalmente, la Oficina de Trabajo.


Los inmigrantes debían guardar su equipaje en los galpones de depósito pues el lugar de habitaciones no era suficientemente grande como para albergar personas con todo su equipaje.


Los riesgos de epidemias, y sobre todo de fiebre amarilla, eran la gran amenaza que traía esta masiva irrupción de inmigrantes, por lo que el Hotel, desde sus detalles constructivos, respondía al objetivo de evitar y/o propagar enfermedades. Debido a esto, las paredes eran de azulejos, los techos eran altos y los pisos fáciles de limpiar. También, para evitar la propagación de la escabiosis (sarna) o pediculosis, las camas no tenían colchones, sino lonas de cuero.


El funcionamiento diario del hotel comenzaba cuando las celadoras despertaban muy temprano a los inmigrantes alojados. El comedor, ubicado en la planta baja, era un espacio de notoria dimensión con ventanales al jardín y con mesas de mármol de Carrara. Allí se alimentaba hasta mil personas por turno. Para el desayuno se servía café con leche, mate cocido y pan horneado en la panadería del hotel; el almuerzo consistía en un plato de sopa abundante y guiso con carne, puchero, pastas, arroz o estofado.


Durante la mañana, las mujeres se dedicaban a los quehaceres domésticos, como el lavado de la ropa en los lavaderos, o el cuidado de los niños, mientras los hombres gestionaban su colocación en la oficina de trabajo.


Para la atención y cuidado de los inmigrantes, trabajaban en el Hotel, aproximadamente, mil empleados, entre celadores, personal de comedor, de limpieza y sanitario.


El alojamiento, gratuito, era por cinco días. No obstante, la reglamentación se extendía, en los casos que hiciera falta, el tiempo necesario hasta que el inmigrante consiguiera trabajo. También se encargaban de los traslados a los lugares donde se precisaba mano de obra.


En el Hotel, además de alojamiento y comida, se brindaba una asistencia integral al inmigrante, que incluía la atención a todo tipo de cuestiones sanitarias. Además, había oficinas en las que se los asesoraba en cuestiones vinculadas a documentación, derechos, deberes y obligaciones. A su vez, en el mismo nivel del comedor funcionaba una voluminosa biblioteca a disposición del inmigrante, que tenía diversas publicaciones, mapas y libros orientados a informar al extranjero acerca de las costumbres, del trabajo y de la riqueza de su nueva tierra. En este espacio se ofrecían también cursos de idioma, charlas sobre historia, geografía y legislación argentina, y clases para el aprendizaje de la utilización de maquinarias agrícolas y domésticas.


El hotel dejó de funcionar en 1953. En 1974 se creó, en este edificio, el Museo de la Inmigración (Muntref), y en el 2012 se sumó el Centro de Arte Contemporáneo. El primero destaca la importancia histórica, cultural, social y económica, de la inmigración. Uno de sus rasgos más interesantes es que presenta al público la experiencia de la migración en sus diferentes etapas: el viaje, la llegada, la inserción y el legado. Se expone documentación histórica, fotografías, films, testimonios contemporáneos y reliquias. Siendo una de las piezas más llamativas de su patrimonio, los libros de registro de todos los inmigrantes que llegaron a nuestro país.


Por su parte, el Centro de Arte Contemporáneo, promueve la participación de diversos actores culturales y sociales, con muestras artísticas de todas las comunidades de inmigrantes que llegaron desde Europa, Asia y África en el siglo XIX y la historia de quienes continúan llegando desde toda Sudamérica hasta el día de hoy.


En 1990, bajo la presidencia de Carlos Saúl Menem, el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional.

La Revolución Industrial provocó cambios que afectaron la vida de millones de personas y trajo aparejada la necesidad de los países europeos de expandirse fuera de sus fronteras en busca de fuentes de materias primas, mercados para sus productos industriales y nuevas tierras para una población que crecía aceleradamente. Este incremento de la población en Europa estaba dejando sin tierras a las nuevas generaciones de agricultores. En tanto que América requería mano de obra para el campo, los ferrocarriles, las nuevas fábricas y los servicios en los ámbitos urbanos. Esta necesidad, sumado a la promesa de acceso a la tierra, los mejores salarios y la esperanza de ascenso social o, también, las posibilidades de vivir en libertad y paz fueron un poderoso imán para lanzarse al desafío de encontrar otro lugar en el mundo. Se calcula que, entre 1820 y 1924, cruzaron el océano, entre Europa y América, cincuenta y cinco millones de personas. De entre esos países de América, Argentina fue uno de los destinos elegidos.


Con la cada vez más incipiente inmigración que llegaba al país, en 1857 se fundó, de forma particular, la Asociación Filantrópica de Inmigración, que obtuvo una subvención gubernamental,  bajo la presidencia de Justo José de Urquiza, y la concesión de los terrenos anexos al puerto de Buenos Aires (parcelas de la actual Estación Retiro) en los que se levantaría el primer Hotel de Inmigrantes. Este pequeño edificio se inauguró en agosto de ese mismo año con la llegada de un contingente de suizos. Estaba en la esquina de la actual Avenida Leandro N. Alem y Corrientes, y funcionó hasta 1874.


Un segundo edificio del Hotel de Inmigrantes estuvo entre 1881 y 1888 en el lote de la calle Cerrito 1250, donde hoy en día está la sede del Centro Argentino de Ingenieros, pero la explosión migratoria que comenzó a vivirse en Buenos Aires lo saturó rápidamente.


En 1888 comenzó a funcionar el tercer Hotel de Inmigrantes llamado "rotondo" por su planta casi circular, que en realidad  era un polígono de dieciséis lados. El edificio fue obra del ingeniero civil de origen escandinavo Hjalmar Fredrik Stavelius. Fue concebido como provisorio desde un principio, y se usó durante más de 20 años; sobrevivió un fuerte temporal, que requirió se elevaran sus muros de contención para proteger al Hotel del oleaje.