Pedro Torres y Angélica Cotón, eran muy jovencitos cuando se conocieron y luego se casaron. Como fruto de este matrimonio tuvieron a su única hija: Beatriz Mariana Torres. La hermosa beba nació el 26 de marzo de 1930 en Avellaneda, que en aquel entonces era pleno corazón fabril del primer cordón del conurbano bonaerense. Pesó cinco kilos y sería la niña mimada de ese padre que la sobreprotegió ante la ausencia de una madre que falleció demasiado pronto, cuando a “Betty” le faltaba un mes para celebrar sus quince años.
Imperio Argentina y Carlos Gardel fueron influencia para esa chica que disfrutaba cantando desde tango hasta repertorio español. En una oportunidad, un vendedor ambulante de artículos de mercería se sentó a escucharla cantar en la vereda, afición que solía ejercer recurrentemente la pequeña Betty. Tal fue la admiración del hombre que, al terminar el informal concierto, le obsequió algunos artículos de su stock. Aquel sería el primer cachet de la artista.
Su arte era puro, brotaba de ella naturalmente. "A los ocho años, les dijo a mis abuelos: 'Ya sé a qué vine al mundo, a cantar'", declaraba uno de sus hijos, Marcelo Torres. Un concurso de Radio Splendid terminó por definir su futuro: sedujo al jurado con las canciones de Imperio Argentina. Aquello fue el germen de todo lo que estaría por venir. El Tronío, aquel legendario colmao flamenco de Buenos Aires, ubicado en la calle Corrientes 561 del barrio de San Nicolás, fue uno de los primeros escenarios trascendentes que pisó, cuando ya había superado con estelaridad los actos escolares, los estudios en las Academias de Danza Gaeta y su incipiente formación como cantante que sorprendía en las audiciones de radio.
El viernes 8 de mayo de 1942 debutó en un escenario teatral. Para ésta gran ocasión, convocó a toda su familia para que le sugiriesen un nombre artístico que acompañaría al apellido de su padre. Buscaba bautizarse con un alias que luciese glamoroso y convocante para las marquesinas. Así nació el nombre “Lolita” que la consagraría. Aquel debut aconteció en “Maravillas de España”, un show de variedades en el gran Teatro Avenida de la españolísima porteña Avenida De Mayo 1222, del barrio de Monserrat.
Su primer disco contenía clásicos como "Te lo juro yo" y "El gitano Jesús". Un poco después, en 1944, debutó en cine, el medio en el que se convertiría como la gran estrella del entretenimiento familiar. La película “La danza de la fortuna” fue la primera de una larga serie que incluyó títulos exitosos como “El mucamo de la niña”, “La edad del amor”, “Más pobre que una laucha”, “La mejor del colegio”, “La edad del amor” y “Joven, viuda y estanciera”.
Aquel cine familiar le calzaba justo a una Lolita Torres que debió engañar a su padre para poder dar su primer beso de ficción. Corría 1950 cuando se filmó “Ritmo, sal y pimienta”, y el galán de Lolita era el consagrado actor Ricardo Passano. El libro marcaba que, en una escena, los personajes debían besarse en la boca. Como don Pedro Torres no aceptaba semejante cosa, Enrique Carreras lo distrajo invitándolo a tomar un vermouth. En ese momento, despejada la galería de filmación de los ojos del papá de la estrella, se pudo rodar la escena.
Lolita no solo era una gran cantante, sino que sabía componer a esas criaturas que el cine le pedía. Décadas después, era convocada para presentarse en una televisión que contemplaba la realización de galas musicales. Aunque en menor medida, también fue requerida como actriz en ciclos como aquella recordada comedia “Dale Loly”; su hija Mariana reconoce que allí "demostró que era una actriz que podía hacerlo muy bien".
Lolita Torres se enamoró de dos hombres y con ambos tuvo hijos. El primer amor se llamó Santiago Rodolfo Burastero. Se casaron en una parroquia del barrio de Belgrano el 19 de septiembre de 1957, dos meses después de haber contraído enlace en el Registro Civil. En el lapso entre ambas ceremonias, la cantante tuvo que cumplir con una gira ya prevista en Montevideo. El matrimonio tuvo a Santiago, quien hoy es médico y amante del tango.
Referencias y Fotografías:
09/2021
Aquella pareja feliz, tuvo un final trágico en un viaje a Mar del Plata, cumpliendo con una invitación para que Lolita pudiese participar como una de las estrellas del Festival Internacional de Cine. Corría el sábado 21 de marzo de 1959 cuando, en una ruta 2 mal señalizada, el auto que trasportaba a Lolita y a su marido atravesó un desnivel muy pronunciado, producto de las obras de pavimentación que se estaban realizando. El impacto llevó al vehículo a morder la banquina y dar una gran cantidad de tumbos. A la semana, Burastero falleció y Lolita se sumió en uno de los dolores más fuertes de su vida, luego de la muerte de su madre.
Una de las personas que acudió al sanatorio marplatense donde estuvo internada la pareja fue Julio César Lole Caccia, amigo de Burastero y quien luego sería el segundo esposo de la actriz y el padre de sus otros cuatro hijos.
El 27 de diciembre de 1960 Lolita y Lole se casaron por civil y por Iglesia. Hasta ese entonces negaban el romance a la prensa. Algunos objetaron este vínculo por tratarse de un amigo de Burastero y por el poco tiempo que había transcurrido desde su muerte. Sin embargo, Lole, joyero de profesión, enamoró a Lolita y cuidó como un padre de Santiago. Con los años fueron llegando Angélica, Mariana, Marcelo y Diego. Con la conformación de la familia numerosa, Lolita reparaba aquella soledad de haber sido hija única y el haber perdido a su madre de tan joven.
La carrera de Lolita Torres no tuvo pausas, sin embargo, supo dosificar los tiempos para no perderse la crianza de sus hijos. Aquel 9° piso de la Av. Santa Fe 1509 de Barrio Norte, fue el refugio del clan familiar. Por ese espacio de amplio balcón transitaron no sólo los músicos que acompañaban a la cantante, sino figuras como Ariel Ramírez, con quien la unió una gran amistad y el trabajo compartido. "Zamba de usted" o "Conquistemos el sol", eran algunos de los temas que tocaron juntos, a partir de esa simbiosis estética que construían la cantante y el pianista notable. Con Charly García recreó una bellísima versión de "Filosofía barata y zapatos de goma.
A medida que iba madurando, Lolita buscaba acercarse a géneros no transitados y deslumbraba con una voz madura y el peso específico de un repertorio atravesado por ideas profundas.
“Hacia 1954, con motivo del Festival Cinematográfico Internacional de Mar del Plata, llegó a nuestro país una comisión rusa con intenciones de ver películas argentinas y seleccionar algunas para exhibir en los países de la entonces U.R.S.S. (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Las elegidas resultaron “Las aguas bajan turbias”, dirigida por Hugo del Carril, que les interesó por su hondo contenido social, y “La edad del amor”, que reunía tres de las características buscadas por los visitantes: nada de violencia, nada de sexo y mucha música", explica si biógrafo, Gallina, acerca del puntapié inicial del romance que entabló el pueblo ruso con Lolita.
Aquello se transformó en un fenómeno social. Torres visitaba frecuentemente el país donde era agasajada con todos los honores. "Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Néstor Kirchner la quisieron conocer cuando volvieron de sus viajes por Rusia, no podían entender ese amor que le tenían allá. Tenía clubes de fans y hasta decretaron duelo cuando murió", recuerda Mariana Torres. Yuri Gagarin, el primer astronauta ruso, fue admirador de Lolita al punto tal de llevar su música al espacio: "Le escribió a Lolita pidiéndole una foto autografiada y expresándole que su voz era la primera música que llegó al espacio, pues él la había llevado en su oído y en su corazón´", describe Gallina sobre aquel vínculo entre el cielo y la tierra que solo Lolita y un astronauta podrían lograr.
Luego del éxito de “La edad del amor”, el pueblo ruso contagió su fanatismo a Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria y Albania. Pero Lolita, que agradeció todo ese amor, jamás se vanaglorió de ese fenómeno nunca antes despertado en países tan lejanos.
El 19 de mayo de 1992, celebró sus cincuenta años como artista ofreciendo un megaconcierto en el estadio Luna Park, donde compartió el escenario con figuras de la talla Charly García, León Gieco, Jaime Torres, Mercedes Sosa, Antonio Tarragó Ros, Víctor Heredia, Ariel Ramírez, Patricia Sosa, Luis Landriscina, Oscar Cardozo Ocampo, Andrés Percivale y Antonio Agri.
El 14 de septiembre de 2002, Lolita Torres fallecía en la habitación del Hospital Español donde llevaba tres semanas de internación. Tenía 72 años. Aquel paro cardiorrespiratorio puso fin a un cuerpo azotado que venía batallando con una artritis reumatoidea, declarada a sus 63 años, que le impedía llevar una vida normal y que la había apartado de los escenarios. Un mes antes de su muerte, había sido declarada Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
Dejó un gran legado en todo el mundo, por esa gran voz, y por haber sido una gran persona, profunda, sincera, con buenos sentimientos, como la definió su hijo Diego Torres.